Ser mujer, trabajar en IT & Sports y no quedarte en fuera de juego

Como la mayoría de los estudiantes de marketing, en el comienzo de nuestras carreras soñamos con aunar nuestras pasiones con el trabajo. En mi caso ese tándem era la moda y el marketing. Estar rodeada de telas, patrones y tendencias era como mi estado ideal de vida.

Pero sin darme cuenta, el destino me fue llevando a sectores completamente diferentes y que jamás hubiera imaginado: tecnología y deportes. Y yo no era apasionada ni de una cosa ni de la otra en ese momento. La primera vez que vi la placa base de un ordenador fue en una entrevista de trabajo y ese fue el primero del resto de mis días en esta aventura, tradicionalmente reservada para chicos.

Una vez inmersa en el mundo del hardware y el overclocking, llegó mi siguiente reto: trabajar en una desarrolladora de videojuegos deportivos para dispositivos móviles. ¿Cómo? ¿Voy a tener que hablar de fútbol? ¿Yo? OMG! Algo que para cualquier amante de este deporte sería un regalo caído del cielo, para mí era todo un reto. Cambiar mi know how en tendencias y moda por rankings y clasificaciones deportivas. Pero si hay algo que me defina es que soy muy cabezota.

Así pues, manos a la obra, me metí de lleno en el mundo del marketing deportivo: manuales corporativos, contratos interminables, cientos de planes de comunicación diferentes al mes, lanzamientos de producto, imágenes de campaña teniendo en cuenta las miles de restricciones de cada club, cesión de jugadores, cambios de marca, notas de prensa, competiciones, acciones especiales, campañas corporativas, gestión de equipo, dirección de proyectos… Trabajar con grandes marcas como Real Madrid, Liverpool o Borussia Dortmund es, la vez que un reto y una responsabilidad, una apasionante experiencia.

«Si te gusta lo que haces, amarás lo que vendes»

Porque, al fin y al cabo, no importa el sector donde trabajes, ni tu sexo, ni que tengas un trabajo de chicos, sino que ames tu trabajo. Después de más de 10 años dedicada a este mundo, tengo claro que da igual si vendes ordenadores, juegos de la NBA o ropa. Si te gusta lo que haces, amarás lo que vendes. Y si lo amas, serás capaz de transmitir tu pasión a cualquier persona que tengas enfrente, aunque esa persona sea la que más sabe de fútbol del mundo.

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